CUEVA PINTADA.
En una pared rocosa que se encuentra en el costado noreste de la barranca del Arroyo San Pablo, regionalmente conocido como Santa Teresa, y que hace años se llamaba Salsipuedes, a unos 35 m. del fondo, se encuentra una oquedad de 150 m. de largo, una profundidad máxima de 12, y un techo bajo en su mayor parte, aunque en algunos lugares está a más de 10 m. sobre el piso; los lugareños, desde el siglo diecinueve, bautizaron el lugar como Cueva Pintada. La antigüedad que el INAH consignó para las pinturas en una placa que está frente a la cueva es de 10,000 años, aunque no cita la técnica empleada en la investigación, pero estudios científicos en el fragmento de una pieza textil encontrada en las cercanías del lugar, arrojó una antigüedad de 3,000 años A.P.; además, personal del mismo proyecto encontró huesos humanos en un lugar llamado Cueva de León, los cuales fueron pintados de rojo y negro, lo que podría implicar un simbolismo místico religioso de esos colores en aquel pueblo de pintores.
Descendiendo al arroyo de San Pablo.
Investigadores de la Universidad de Barcelona, por el método del carbono radioactivo, encontraron para los pigmentos del león negro de Cueva del Ratón, muy cerca de San Francisco de la Sierra, una antigüedad de 4,845, más menos 60 años A.P., y por su parte, el doctor Clement Meighan atribuye a las pinturas de la cercana región de Comondú una antigüedad de 1,432 más menos 80 años.
Acceso a Cueva Pintada
La única referencia testimonial sobre la gran antigüedad de las pinturas la dieron los cochimíes a los jesuitas; el padre José Mariano Rothea, de la misión de San Ignacio, hizo un relato escrito que incluyó Miguel del Barco en su manuscrito Historia Natural y Crónica de la Antigua California, en el que narra la tradición cochimí sobre la procedencia de los pintores: los indios de la misión afirmaban que un pueblo de gigantes que venía del norte había llegado hasta la península; algunos se establecieron en la costa del Mar del Sur y otros en la sierra, e hicieron las pinturas rupestres; sin embargo, los miembros de aquella nación se mataron entre ellos, además de que los propios ancestros de los cohimíes contribuyeron a su aniquilamiento.
De lo alto se ven pequeños bosques de palmeras nativas.
Es inaceptable como verídica en su totalidad la tradición cochimí, pero no es descabellado pensar que una rama ancestral de los yumas, cuya elevada estatura sorprendió a los españoles, haya llegado a las serranías californianas en donde realizaron su obra artística, y con el paso de los siglos o milenios, después de su desaparición, algunas de las antiguas etnias cochimíes hayan forjado la leyenda de los gigantes, admirados por su gran estatura.
Ya en el
fondo del barranco, las palmeras que se apreciaban pequeñas desde lo
alto, alcanzan alturas de más de 15 m. Es probable que los artistas las
usaran para fabricar andamios que les permitieron pintar las partes
altas del mural.
Los misioneros jesuitas llegaron a conocer varias pinturas rupestres que encontraron en su peregrinar por las rancherías y misiones de visita, pero nunca vieron Cueva Pintada por lo remoto de su ubicación y difícil acceso, ya que siempre viajaban por rutas sobre las altas mesas que se forman entre las cañadas; y sí es difícil el camino.
Perspectiva de Cueva Pintada.
Cortadas casi verticalmente entre estas mesas de la sierra, hay un laberinto de barrancas en cuyos profundos cauces corren a veces pequeñas corrientes o se forman pozas de agua cristalina, aunque las esporádicas tormentas las pueden convertir en torrentes impetuosos; frecuentemente se encuentran bosques de palmeras que se elevan a más de 15 m. de altura, pero que se empequeñecen al contrastarse con las paredes de los precipicios que, en algunos casos, llegan a medir más de 300 m. de la mesa al fondo del arroyo; y a los lados, los cardones, el palo Adán, el torote, nopaleras, pitahayas, mezcales y ocotillos se armonizan en un conjunto de singular belleza.
A
diferencia de las pinturas rupestres europeas, en las que predominan los
animales, en las de la sierra peninsular abundan las figuras humanas,
como se observa en esta fotografía de Cueva Pintada.
De la Carretera Transpeninsular, poco antes de llegar a San Ignacio procediendo del norte, sale un ramal de terracería hacia el este, que conduce al poblado de San Francisco de la Sierra. Descender desde aquí hasta el arroyo de Santa Teresa es una aventura que puede tornarse peligrosa en muchas partes de la estrecha vereda, que por lo pedregoso y pronunciado de la pendiente permite sólo el paso de bestias mulares o burros; bordeando descendentemente los precipicios se llega al fondo de la barranca, casi a la altura del Rancho Santa Teresa, de aquí se sigue el pedregoso cauce del arroyo un poco hacia el noroeste por unos cuatro kilómetros , el viajero debe entonces apearse de las bestias y ascender a pie por una vereda que conduce hasta el lado izquierdo de la cueva, entonces el visitante empieza a contemplar las pinturas hechas en el respaldo rocoso y en el techo de aquella alargada oquedad de piedra; una gran cantidad de figuras antropomórficas y de animales, a veces pintadas unas sobre otras, van apareciendo ante sus ojos todo lo cual se aprecia con comodidad gracias a un andador construido paralelamente al mural, con lo que, además, se impide el acceso físico directo a las pinturas.
En el lado
derecho de la cueva están las pinturas más bien conservadas, algunas
mitad negro y mitad rojo, y otras de un solo color. Es notoria la
disciplina a la que se sujetaron los artistas siguiendo siempre las
normas establecidas, sobre todo en la proporción anatómica y postura de
las figuras.
Al igual que en los numerosos murales rupestres de la región, los pigmentos que emplearon los artistas fueron el ocre rojo, el negro y un poco el amarillo, y para los trazos blancos usaron cal, que tal vez obtuvieron por la calcinación de piedras carbonatadas o conchas marinas, que al hidratarse produjeron la cal apagada; las investigaciones hechas demuestran que los pigmentos de color requirieron de algún aglutinante orgánico para poderse emplear, pero no el blanco. En el piso de la cueva se encuentran grupos de cinco o seis excavaciones, de unos 10 cm., en donde los artistas pusieron sus pigmentos pulverizados, y para pintar las partes altas es casi seguro que construyeron andamios con los troncos de palmeras que abundan en el cauce del arroyo, los cuales pudieron amarrar con cordeles de fibras vegetales.
El
dinamismo de los animales contrasta con la rigidez de las figuras
humanas. El venado, con la cabeza levantada y la boca entreabierta,
parece jadear al tratar de escapar de los cazadores en un último
esfuerzo por salvar la vida.
Casi todas las figuras se delinearon exteriormente con blanco o negro, y luego se rellenaron frecuentemente una mitad de rojo y la otra de negro, aunque a veces aparecen de un solo color; en algunos casos usaron estrías rojas o negras para llenar la figura, y en otros, como si tuvieran prisa, simplemente hicieron el contorno sin pintar su interior. El amarillo lo utilizaron un par de veces para dibujar una enigmática cuadrícula de dos por cinco cuadros, cuyo significado no se conoce.
El venado y
el borrego cimarrón son dos de los animales frecuentes en el gran
mural. Los hombres y los animales, su vida y su muerte, fueron imágenes
constantes en la mente de los primeros californios cuyos artistas
elaboraron normas específicas para plasmar tales vivencias en su
formidables pinturas.
Los artistas de Cueva Pintada y de casi todas las demás pinturas rupestres del centro peninsular, salvo variantes poco significativas en el estilo que se aprecian de región en región, pertenecen a una misma escuela, cuyas normas se siguieron fielmente en lugares muy distantes y por generaciones, lo que habla de un pueblo que supo sujetarse a una disciplina rigurosa, y que fue capaz de una organización social que hizo posible la total dedicación al arte de una casta tal vez privilegiada.
Los
pintores conocieron las ballenas, que pudieron haber visto en el Golfo
de Cortés, a unos 40 km. de Cueva Pintada, o en la Laguna Ojo de Liebre,
a 100 Km. al oeste, en el Océano Pacífico.
Algunas de las características comunes en todas estas pinturas son las siguientes: al igual que en las pinturas antropomórficas del arte prehistórico europeo, las de la península no muestran detalles faciales o del cuerpo, además son casi siempre mayores que el tamaño natural, frecuentemente, como ya se ha dicho, una mitad del cuerpo se pintó roja y la otra negra, aunque también las hay de un solo color; todas muestran un ser humano de frente, con los pies separados y sus puntas hacia fuera, los brazos extendidos horizontales del hombro al codo y verticales del codo a la mano, formando un ángulo casi recto, no tienen cuello y algunas muestran un adorno en la cabeza consistente en dos o tres prolongaciones como si fueran plumas o pequeños cuernos, o quizá era un arreglo del cabello; las mujeres se diferencian por sus pechos que se proyectan hacia los lados desde un poco abajo de las axilas.
A unos
cientos de metros al suroeste de Cueva Pintada, está la Cueva de las
Flechas, en donde la figura central es un hombre atravesado por siete
flechas. ¿Qué mensaje o qué drama representaron los pintores en esta
imagen?
El intemperismo, y un respaldo rocoso cuya superficie tiende a la desintegración, han afectado más a las pinturas del lado izquierdo, en tanto que las del centro y extremo derecho de la cueva permanecen en muy buen estado. Muchas de las imágenes de la cueva se sobrepintaron encima de otras más antiguas, lo cual también se observa en Lascaux, Cabrerets y otros sitios en Europa, sin que el artista se preocupara por borrar las anteriores.
Tres coyotes parecen trotar a lo largo de la roca.
Esto, para algunos investigadores, significa que al pintor le era tanto o más importante la acción misma de pintar que el resultado de su obra, cuyo valor estético se da por añadidura; sin embargo, quien contempla estas obras y percibe su belleza, el casi jadeo de los animales perseguidos y la impasibilidad de los humanos sin rostro, difícilmente aceptará esa hipótesis, el pintar pudo haber sido un acto ceremonial, pero también afectivo y de gran inspiración, además de que se tuvo mucho cuidado en seguir rigurosamente las reglas establecidas. Las pinturas antiguas se ven borrosas y las encimadas después más vivas en el color, lo que contribuye a producir, frecuentemente, un efecto fantasmagórico o de semitransparencia. A diferencia del arte prehistórico animalista de Europa, en los murales de Baja California son tanto o más numerosas las figuras humanoides; en la fotografía de la página 11 que muestra una sucesión de 14 siluetas, se incluye una mujer aparentemente embarazada, cuyo abultado vientre se pintó sobre una saliente semiesférica del respaldo rocoso, lo que produce un efecto estereoscópico en quien la contempla; unas borrosas estrías blancas sobre su pecho podrían indicar un adorno o prenda de ropa, y entre estas figuras destacan lo que parecen ser las imágenes de dos niños.
Arriba,
borregos cimarrones, venados y figuras humanas se mezclan en un conjunto
en el que contrasta el dinamismo de los animales y una especie de
hieratismo antropomórfico. Abajo, lo que pudiera representar la cría de
un venado, aparece con un símbolo abstracto superpuesto formado por
círculos concéntricos, y lo que tal vez son cuatro astros o manos. ¿Fue
pintado todo por el mismo artista? Es probable, tomando en cuenta que
cerca hay suficiente espacio de respaldo rocoso sin usarse.
La fauna abarca venados y sus crías, borregos cimarrones, conejos, liebres, coyotes, aves, tortugas, y un monstruo marino con cuerpo de ballena que en lugar de cola tiene las extremidades posteriores de una foca.
En esta
imagen humana, el pintor no siguió las reglas que caracterizan a casi
todas las figuras de Cueva Pintada. A la izquierda se observa una
cuadrícula amarillenta que tiende a lo abstracto, cuyo significado es
desconocido.
A diferencia de las figuras de personas congeladas en una postura rígida e inmóvil, la apariencia de movimiento se aprecia en todos los animales, que en algunos casos parecen trepar a saltos por la empinada pendiente que forma hacia afuera el techo de la cueva; casi siempre con la cabeza levantada, el hocico entreabierto, de perfil, y con las manos frecuentemente flexionadas, como en actitud de saltar, produciendo una impresión dinámica y de fuerte realismo.
Figuras de
animales en Cueva Pintada que podrían ser conejos o liebres. Sus patas
se diferencian de las que se pintaron en los venados, como es el caso de
la imagen siguiente.
Quienes primero tuvieron conocimiento de Cueva Pintada fueron los rancheros que inicialmente colonizaron esa región. Buenaventura Arce, quizá descendiente de un soldado español destacado en la península en tiempos de la colonia, solicitó del gobierno mexicano la concesión de terrenos en varias localidades para dedicarse al trabajo del campo; la respuesta fue favorable y se le concedieron títulos para los ranchos de Santa María en 1835, y San Francisco, San Zacarías y Santa Marta en 1840, otorgados por el jefe político Lic. Luis del Castillo Negrete.
Estando Santa Marta y San Francisco muy cerca del Arroyo de San Pablo y Cueva Pintada, Buenaventura pudo haber sido el primero en visitar el lugar, aunque no existen datos que confirmen el hecho , pero uno de sus nietos, Cesáreo Arce, fue quien, según la tradición familiar, estuvo por primera vez ante el gran mural, y de allí en adelante, otros rancheros de la sierra empezaron a visitarlo de vez en cuando; por su parte, don Pedro Altamirano contaba hasta hace poco que su padre, Francisco Altamirano, ya conocía las pinturas cuando él nació en 1890, lo cual lo sitúa, junto con Cesáreo, como uno de los posibles descubridores de Cueva Pintada.
León Diguet, químico industrial que en 1889 empezó a trabajar para la compañía minera francesa que explotaba los yacimientos de cobre en Santa Rosalía, llevó a cabo, entre 1891 y 1894, las primeras investigaciones científicas de las pinturas rupestres y petroglifos de la península en más de 15 lugares, aunque su relación, publicada en 1895, adolece de inexactitudes e incurre en repeticiones, quizá porque algunas cosas las escribió basado en reportes que le hicieron los lugareños. Al término de sus exploraciones, donó al Museo del Hombre y al Museo de Historia Natural de París una colección de objetos encontrados en diversas localidades de la sierra, y su trabajo fue ampliamente reconocido, aunque nunca estuvo en Cueva Pintada.
Imagen en
Cueva Pintada de lo que parece ser una cría de venado bura, atravesado
por una flecha. No se encuentran más pinturas de animales flechados.
ORIGEN E HISTORIA DE LAS PUNTAS DE FLECHAS LITICAS
Los tipos de flechas prehistóricas son muy numerosos: unos tienen la forma de almendra, otros la forma de hoja de laurel o de olivo, otras son triangulares o romboidales. En su base suelen presentar un semicírculo o bien dos puntas. Algunas de estas puntas de pedernal o cristal de roca se conservan en el Museo Arqueológico Nacional de España.
Los egipcios, que, como es sabido, eran excelentes arqueros, usaban flechas con el asta de madera y la punta de bronce, generalmente de forma triangular. Para la caza, se servían de flechas con puntas de madera o de pequeños dardos con triple punta de pedernal sujeta al asta por medio de un mástil negro. Las flechas egipcias tenían, por el lado opuesto, tres plumas para estabilizar el movimiento del arma durante el vuelo. En los monumentos que se conservan se presenta a los guerreros provistos de carcajes ricamente decorados. Los carros de guerra llevan siempre al costado un carcaj.
Los griegos no fueron tan buenos tiradores de flechas como los orientales. Sin embargo, debieron copiar de éstos el arma. La flecha griega medía unos 60 cm, el asta era de madera muy ligera y la punta metálica, simple o barbada, generalmente trilobulada. El apéndice de las plumas era idéntico al de los orientales. El carcaj griego contenía de 12 a 20 flechas y lo llevaban al costado izquierdo, guardando también en él algunas veces el arco. Los tiradores griegos acostumbraban a hincar en tierra una rodilla, tal y como lo atestiguan los monumentos que conocemos, y entre ellos el frontón del templo de Egina. Los cretenses tenían fama de diestros en el manejo del arco desde los tiempos de Homero, y en una época bastante avanzada de la Historia constituyeron un cuerpo especial del ejército griego.
Los germanos no parece que utilizaran la flecha más que para la caza. Sin embargo, los celtas y galos la emplearon como un arma de guerra. Los hunos usaban unas flechas de cuero indistintamente para la caza o para la guerra.
En cuanto a la Edad Media, los monumentos que conocemos sirven de testimonio del uso de la flecha como arma de primera importancia entre la infantería de los primeros tiempos. Sabemos que por el siglo XII el arquero llevaba dos carcajes de cuero: uno para las flechas y otro para el arco. Los hierros de las flechas eran semejantes a los de las saetas de las ballestas; es decir, que tenían dos, tres y hasta cuatro puntas y rara vez barbadas como en la antigüedad. En cuanto a la longitud del asta, guardaba relación con la mayor o menor rigidez del arco, así como la estatura del arquero.
Los afamados arqueros ingleses, que se decía tiraban 12 flechas en un minuto hasta 220 m de distancia, llevaban un arco de su misma estatura y flechas de 90 cm de longitud.
Hasta el siglo XIV parece que los hierros de las flechas usados en Francia ofrecían en su base una parte hueca para sujetarlos al asta, y desde esa época el hierro se hizo más estrecho y ofrecía cuatro puntas caídas. La aparición de las armas de fuego desterró por completo en Europa el empleo de la flecha.
En América, Asia, África y Oceanía, la flecha se usó desde tiempos muy antiguos y todavía se utiliza por algunas tribus. Las flechas envenenadas con jugo de plantas o venenos de animal han servido de arma de guerra en América, India y a lo largo de las costas desde Arabia hasta China.
Una punta de flecha es una punta, por lo general afilada, sumada a una flecha para que su uso sea más mortífero o para cumplir algún propósito especial. Históricamente, las puntas de flecha eran de piedra y de materiales orgánicos; conforme la civilización humana avanzaba otros materiales fueron utilizados. Las puntas de flecha son importantes piezas arqueológicas y una subclase de punta lítica.
En la edad de piedra, la gente usaba huesos afilados, piedras talladas, escamas (lascas) y trozos de roca como armas y herramientas. Tales artículos se mantuvieron en uso a lo largo de la civilización humana, junto con los nuevos materiales utilizados con el paso del tiempo.
Como artefactos arqueológicos tales objetos son clasificados como puntas líticas, sin especificar si eran para ser proyectadas por un arco o por otros medios de lanzamiento.
Tales artefactos se pueden encontrar en todo el mundo. Las que han sobrevivido están hechas, generalmente, de piedra, sobre todo de sílex, obsidiana o chaillé, pero en muchas excavaciones se encuentran puntas de flecha de hueso, madera y metal.
En agosto de 2010, un informe sobre las puntas líticas de piedra, que datan de hace 64 000 años, excavadas de las capas de sedimentos antiguos en Sibudu Cave, Sudáfrica, por un equipo de científicos de la Universidad de Witwatersrand, fue publicado. Los exámenes dirigidos por un equipo de la Universidad de Johannesburgo encontraron rastros de residuos de sangre y hueso, y adhesivo hecho de una resina a base de plantas usado para sujetar la punta a una varilla de madera. Esto indicó "el comportamiento exigente cognitivo" necesario para fabricar pegamento.
"La caza con arco y flecha requiere múltiples etapas complejas de planificación, recolección de material, herramienta de preparación e implica una serie de innovadoras habilidades sociales y comunicativas".
La punta de flecha se une al eje (astil) de la flecha para ser disparada con un arco; el mismo tipo de puntas líticas pueden estar unidos a las lanzas y ser arrojadas por medio de un átlatl (lanzadardos).
La punta de flecha o punta lítica es la parte funcional primaria de la flecha, y juega el papel más importante en la determinación de su propósito. Algunas flechas simplemente utilizan una punta afilada del mismo astil, pero es mucho más común separar las puntas de flecha hechas, por lo general, de metal, cuerno, o algún otro material duro.
Las puntas de flecha pueden estar unidas al astil con una tapa, una espiga a zócalos, o insertarse en una ranura del astil y mantenerse fija mediante un proceso llamado enmangamiento.
PUNTAS DE FLECHA / ARROWHEAD / LA PAZ BAJA CALIFORNIA SUR
ARTESANIAS LITICAS DE SUDCALIFORNIA
CASA DEL ARTESANO SUDCALIFORNIANO
ARTESANIAS LITICAS
DE SUDCALIFORNIA
ARTESANO CASIMIRO GARDEA OROZCO
La cultura de los pueblos que habitaron la península siempre ha causado un gran interés para los antropólogos y arqueólogos, también ha despertado el interés de la sociedad que busca conocer y comprender el cómo vivían y concebían su espacio geográfico.
Gracias a los escritos de los misioneros Jesuitas y Dominicos principalmente, nos ha llegado información acerca de su modo de vestir, alimentación y algunas de sus costumbres, aunque hay que señalar siempre con el sesgo característico de una cultura totalmente diferente. Fue en los últimos dos siglos (1800-2000) principalmente, cuando los investigaciones y reflexiones acerca de las culturas indígenas que habitaron la península dieron como resultado un mayor interés de la población por conocer y comprender de una manera más objetiva, estas culturas que lograron con el paso de los siglos adaptarse a un medio hostil.
Esta fascinación despertada ante el hallazgo de algunas puntas de flecha en 1977 en sus paseos por las cercanías de la ciudad de La Paz, especialmente durante sus caminatas por la playa El Conchalito, hace ya más de 35 años motivo en Casimiro Gardea Orozco, nacido en la Cd. de Chihuahua, Chih. Y avecindado en esta ciudad desde 1975, siendo sobreviviente del Ciclón Liza en 1976, por esta causa estando el internado en La ciudad de Los Niños y Niñas de La Paz y siendo aprendiz de Diseñador Gráfico en la imprenta, adquirió la costumbre de salir desde temprano los domingos a caminar por la playa . . . durante estos paseos fue que encontró sus dos primeras puntas de flecha completas de un tamaño aproximado a 4 pulgadas de largo en perfecto estado, siendo que él no conocía este tipo de herramientas, únicamente en el museo y en los libros, dichas puntas se las mostro a una de las personas encargadas del internado que en unos de sus viajes a Italia las llevo quedando estas en las manos de una persona que trabajaba en uno de los museos de aquel país, de las cuales no volvió a saber de ellas, a cambio esta persona a su regreso le obsequio un cuchillo tallado de marfil que trajo de áfrica, a partir de ese entonces nació en el la costumbre de cada vez que salía a caminar… buscar y coleccionar piezas líticas, encontrando casi en su totalidad piezas fraccionadas o quebradas y esporádicamente piezas completas, su perseverancia le llevo a juntar más de 40 piezas completas en perfecto estado las cuales dono en el 2012 al Museo de Antropología e Historia de Baja California Sur para su exposición junto con un molar de camello prehistórico que encontró frente al antiguo hotel Gran Baja.
Su labor creativa no concluyo con la entrega de esta colección, sino que al darse cuenta de que la mayoría de las puntas de lanza y flecha que se encontraba estaban partidas o quebradas tal vez por el uso que se les dio al ser arrojadas contra sus presas o a la hora de estar haciendo su percutido se le quebró al autor original de las mismas y en base a artículos publicados en libros por investigadores decidió realizar con la técnica de percutido algunas puntas de flecha que después de muchos intentos logro sus primeras replicas (por mencionarlas así pero en su caso son originales, por lo regular ninguna pieza es igual a la otra) durante varios años estuvo guardando estas piezas, no quedando satisfecho con esto empezó a fabricar también hachas, después le nació la inquietud de hacerlas de una manera más completa y comenzó a confeccionar arcos con sus flechas haciendo los amarres con cordel de pesca, pero esto tampoco le satisfacía y comenzó a investigar el tipo de amarres que los indios californios usaban, leyendo el algún libro que ellos hacían lasillos machando las raíz del cardón, choya, ocotillos y magueyes silvestres, tratando de simular esta técnica intento buscar la manera de hacer algo similar a los hallazgos en las excavaciones, incluso uso hoja de palma pero no le parecía bien, hasta que en una charla en internet con un coleccionista argentino este le dijo que en algunas culturas utilizaban la fibra de la hoja del plátano para vendar las heridas y en algunos caso los hilos de las hojas para hacer suturas craneales, que lo intentara de esta manera, así lo hizo logrando lasillos muy parecidos a los utilizados por los antiguos californios, confirmándolo después cuando se le permitió la entrada al laboratorio del Museo de Antropología e Historia de Baja California Sur para observar los lasillos que ahí conservaban de un faldellín pericué hecho con nudillos de carrizo de más de 700 años de antigüedad en cual se le solicito les elaborara con esta técnica para colocar en un maniquí de una mujer pericué junto con un pectoral de concha de madreperla para su compañero.
Ya logrado este paso comenzó confeccionar arcos completos con su flechas haciendo sus amarres con esta fibra de plátano poniendo mango a las hachas haciendo los amarres con esta fibra, logrando de esta manera piezas que envidiaría cualquier coleccionista de armas antiguas y así consiguió hacer su primera pequeña exposición durante el mes de mayo al mes de agosto de 2013 en Centro de Artes Tradiciones y Culturas Populares de Baja California sur.
Casimiro Gardea Orozco presento esta serie de objetos con la finalidad de que las personas obtengan una imagen de cómo eran utilizados y la importancia que tenían para las culturas de los indígenas californios dedicados principalmente a la caza y recolección de frutos y semillas. Además esta piezas son concebidas por el autor como una artesanía diferente tal vez, pero no menos importante al ser hechos con enorme destreza y habilidad..
Reconocemos la constante labor de este artesano que nos ofrece una interesante visión de la cultura de los antiguos californios, esperando que hayan disfrutado de esta muestra del talento y creativad de este Sudcaliforniano por adopción.
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